Odette Vidal Cardoso – Odetinha

Odette Vidal de Oliveira -Odettinha


Datos biográficos de Odette Vidal Cardoso – Odetinha
(1930-1939)

Odette Vidal de Oliveira nació el 15 de septiembre del 1930 en la ciudad de Río de Janeiro (Brasil), su padre era Francisco Rodrigues de Oliveira y la madre era Alice Vidal de Oliveira, familia de ricos comerciantes. Los padres eran profundamente religiosos y sobre todo de una grande caridad hacia los necesitados. La niña desde la más tierna edad aprendió de sus padres a recitar las oraciones y a tener una tierna devoción por la Virgen, tenía un particular amor por la Santa Misa.

Normalmente sus padres frecuentaban la iglesia de San Luis, en Río de Janeiro y una vez, tenía poco más de tres años, al momento de la Consagración gritó a la madre; “¡Mamá, voy por el niño!”. Tantas veces, todavía pequeña recitaba esta jaculatoria: “Jesús yo te amo” – que repetirá al momento de su muerte -. Cuando creció repetía también esta jaculatoria: “Oh mi Jesús yo te amo mucho y prefiero morir antes que ofenderte”.

A la edad de cinco años comenzó a frecuentar el catecismo en el Colegio de la Inmaculada Concepción y el aprender de las cosas de Dios fue tan rápido que era la misma niña a enseñar a los demás volviéndose así catequista de sus compañeros.

Recibió la Primera Comunión el 15 de agosto del 1937. Al entrar a la iglesia para la Primera Comunión la madre le preguntó qué cosa quisiera pedir a Jesús, y la niña respondió: “Mamá, si Jesús me apareciera yo le daría un besito con todo mi corazón y le diría: Jesús yo te amo”. No obstante su tierna edad, su corazón ardía de un insaciable amor por Jesús. Cuando Odette pasaba delante al Crucifijo decía: “Heme aquí oh mi buen y dulcísimo Jesús…” – y después en vez de decir, “han traspasado mis manos y mis pies”, Odette alzaba un poco sus manitas y decía: “traspasa mis manos y mis pies”. Pedía como San Francisco de Asís, de participar a las llagas de Señor.

El fervor del día de la Primera Comunión no disminuyó, sino que aumentó siempre más y cada día participaba en la Santa Misa comunicándose regularmente y se preocupaba escrupulosamente de observar el ayuno de la media noche. Quien la veía en grande recogimiento y fervor antes de acercarse a la Comunión restaba maravillado y la admiración era tanta que una persona le preguntó: “niña mía ¿qué le dices a Jesús?”, y ella respondió “Ah, esto es solo para nosotros dos”.

Una vez la madre le preguntó: “Odette, ¿qué haces con la cara cubierta con las manitas?”, respondió, “No mamá, escucho a Jesús, estoy cerca de él y le pido de llevarme al cielo, ¡vamos al cielo mamá!, ¡vamos!”.

Un día después de haber asistido con sus padres a la San Misa en la iglesia del convento franciscano de San Antonio, a diferencia de otras veces que se recogía en silencio, la madre la vio sonreír y le preguntó por esa distracción. La niña respondió: “No mamá, no estaba distraída, estaba contenta con Jesús y le sonreía”.

El amor y la caridad de Odette se versaban hacia todos sin excepciones. Para la fiesta de Navidad pedía a sus padres que todos los empleados de la casa se sentaran con ellos en la misma mesa para comer juntos. Nutría un particular amor por una niña que era huérfana que cuando recibía algún regalo lo compartía con esta niña. Una vez supo que el hijo de una empleada de la fábrica de la familia todavía no había hecho la Primera Comunión, ella misma le enseñó el catecismo. Tiempo después cuando el niño enfermó, Odette se preocupó por hacerle recibir todos los sacramentos y también se preocupó, a través de sus padres, para que fuera celebrado el funeral.

En los primeros días del mes de octubre del 1939, Odette fue víctima de una fuerte fiebre, el 8 de octubre, con grande fatiga, asistió a la Misa en la Capilla de las Hermanas Concepcionistas en el Colegio de San Marcelo, inicia así su martirio que duró 49 días. Enfermó de una forma viral de la fiebre tifoidea, fueron usados todos los remedios, pero la fiebre persistía siempre alta. Reveló una paciencia heroica durante la enfermedad, jamás una lágrima ni un gemido. Cuando le preguntaban cómo estaba, respondía siempre que bien. A veces estaba como en éxtasis y decía: “Jesús estuvo aquí, pero no me llevó”, y también. “pero, ¿regresará? Mamá”. No quería procurar penas a nadie y estaba triste cuando veía a la madre con los ojos rojos de llorar. Por muchos días no habló y cuando recomenzó sus primeras palabras fueron: “ahora mamá, vamos hacia el Calvario”. Los médicos y enfermeras que acudían a Odette decían unánimemente que nunca había visto una cosa igual. La niña hablaba frecuentemente de una próxima grande fiesta de la Virgen y para la ocasión era necesario prepararle un vestido especial, decía: “Nuestra Señora está en el jardín y me espera para la grande fiesta del sábado, prepárame el vestido blanco”. La noche del día en que recibió el Sacramento de la Unción recitó varias veces los versos del salmo 22. Todos se maravillaron, también el sacerdote celebrante, de dónde habría aprendido Odette las palabras del salmo.

Al amanecer del sábado 25 de noviembre del 1939, Odette no pudiendo hablar dio a entender con los gestos que quería recibir la Santa Comunión y el sacerdote que estaba presente le dijo, con lágrimas en los ojos, que no podía hacer la comunión porque no podía ingerir, pero ella insistía moviendo la lengua y le dieron algunas gotas de agua que pudo ingerir. El sacerdote inmediatamente le dio la Comunión con un pequeño fragmento que ella pudo tomar, así recibió el viático. Antes de perder la palabra repetía suavemente estas jaculatorias: “Mi Jesús yo te amo y quiero amarte por toda la eternidad” – y también – “Mi Jesús, mi Amor, mi vida, mi todo” – también para Jesús y con el rostro hacia el cielo decía – “Llévame al cielo”. Murió poco después de haber recibido la Comunión.

El funeral fue un gran evento, nunca se había visto una cosa así en Río de Janeiro, estaban presentes muchas religiosas de diversas congregaciones. Las hermanas Concepcionistas y las hermanas de la Caridad llevaron a hombros la caja. Estaban presentes diversos sacerdotes y la mamá de Odette, durante la procesión, guió el rezo del Rosario. Fue sepulta en el cementerio de San Juan Bautista en un hermoso sarcófago de granito sobre el cual se colocó una estatua de Odette que yace.

Su tumba hasta el día de hoy es continuamente visitado por los fieles y está siempre cubierto de flores. Delante a la tumba se reúnen las personas que rezan el Rosario con las palabras pronunciadas por Odette: “Mi Jesús yo te amo * te pido de ir al cielo haciendo el bien en la tierra* mi Jesús, bendíceme, santifícame, llena mi corazón de tu amor”.

El aniversario de su muerte viene puntualmente celebrado con tanta participación del pueblo. Se ha ya preparado la traslación de los restos mortales a la Iglesia de la Inmaculada Concepción donde Odette recibió la Primera Comunión.

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